Souvenires de Violeta

Aquella tarde Violeta quiso tomar un paseo. Entre Vespucio Norte y Calle del Inca, hay un lugar especial, una pequeña plaza llena de árboles, niños y ancianos. Algunos enamorados y otras personas que a solas quieren descansar un rato. Violeta se sentó en su banca favorita, alguien había dejado algunas partes de El Mercurio. Por suerte era la sección de Artes y Letras.
Cuando las luces del parque se encendieron, caminó hacía la estación, aquella tarde tenía un olor diferente, como ese olor a miel con leche tibia. 
Las puertas del vagón se abrieron, por suerte encontró lugar junto a la ventana.  Su intención era llegar lejos y después caminar hasta donde no hubiera salida y tomar una copa de buen vino, (aunque no lo había decidido bien, pero importaba poco). 
Al terminar el recorrido no quedaba nadie a bordo,  era momento de bajar.  Se abrió la puerta y Violeta quedó un poco contrariada y bastante seducida. Allí estaba él  tan enigmático, Imperturbable y taciturno, como guardando sonrisas para después, como ahorrando fuerzas para el invierno...como estrechando corazones olvidados.

El paseo duró un poco más de dos años y fue tiempo de volver.  Santiago quizá seguirá siendo el mismo, pero Violeta, no. Ella volvería con una sonrisa más interesante, un perfume dulce y con alguno que otro souvenir.

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