Raymundo, el viejo y el mar


Cuando dormía más de ocho horas seguidas, a veces solía tener los sueños más fantásticos que puedan imaginar, incluso algunos con secuencias que hasta la fecha los recuerdo bien.  Como el de Raymundo, ¡qué nostalgia me invade! Qué giro tan maravilloso el que le dio a su vida...

Todo comenzó cuando su abuelo Francisco lo creía muerto. El viejo habría recibido un telegrama que le entristeció mucho:  "Lo sentimos, ayer a las siete Raymundo Lozada murió, su cuerpo ya fue enterrado. QEPD.".  Francisco suspiró profundamente pero ademas de sentir dolor, se sintió aliviado.  La mitad de dinero correspondiente a su pensión, la destinaba mes a mes a los abogados de Raymundo y otros gastos. Lo enviaba a la ciudad donde cumplía veinte años de sentencia su ingrato y huérfano nieto, quien en un altercado por drogas, se vio envuelto en el asesinato de una humilde muchacha.  Francisco no dejó de creer en su inocencia, nunca dejó de luchar por él, hasta ese mismo día en que lo supo muerto.
Francisco guardó con nostalgia el telegrama en un cofre de madera con grabados de plata y al cabo de un mes, había desalojado el departamento, vendido los muebles y sacado los últimos ahorros del banco. El viejo partió...viajó hasta el puerto de San Antonio, donde lo esperaba el único ser querido que le quedaba con vida, su compadre Patricio; un simpático marinero que aún dirigía el mejor barco pesquero de la región.  Al verse, se abrazaron, obviaron las canas, las arrugas y las heridas que ambos llevaban en el alma.  Abrieron esa botella de vino que juraron conservar hasta cuando fueran viejos, como si se tratara del último reto que debía cumplir su profunda e entrañable amistad.  Esa misma tarde se dirigieron mar adentro y Patricio le hizo la mejor propuesta de toda su vida. 

- Oye compadre, estoy pensando en retirarme y pasar el resto de mi vida en la casa que compré hace años en Isa Negra, te gustaría acompañarme. Podríamos leer todas las tardes, reunirnos con los lugareños y jugar ajedrez los sábados por la mañana, incluso podríamos volver a las artes, escribir nuestros versos al viento. ¿Qué te parece?

- Me parece fantástico. Siempre soñé vivir junto al mar y pasar los últimos años de mi vida escuchando cómo se rompen las olas con las piedras, maravillarme de nuevo con el ocaso y detenerme por un instante sin sentir culpa... tú sabes, para mi hasta hace poco lo más importante era mi nieto y su seguridad.  Hubiera querido verlo libre, incorporarse con éxito en la sociedad, ¡verlo triunfar!, pero ya ves, el destino quiso de modo distinto.  No diré más...mas que sí.

Y así fue.  Francisco se mudó con su amigo y después de pocos años murió con una sonrisa a la orilla de la playa, mientras tomaba una siesta.  

Cuando Raymundo despertó de ese letargo que lo había llevado al mar y a su abuelo, sabía lo que debía hacer.  Así fue como se le ocurrió mandarle a su abuelo un telegrama, aquel mismo que le diría adiós a lo único que tenía.

Después de muchos años, Raymundo recorrerá casi como si fuera la primera vez, las calles de una ciudad inmersa en el bullicio de la modernidad y ajena a los años de encierro de un hombre que aprendió una lección.  Listo o no, Raymundo se enfrentará al mundo solo, pero con las manos limpias.  Confiará en que el destino haya hecho lo suyo con su abuelo, y también confiará esperanzado en conocer Estela, una amable y sencilla muchacha con un gran corazón...

La recuerdo muy bien porque solíamos cortar margaritas y correr por los pastos verdes, verdes durante las tardes de abril...

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